jueves, 18 de octubre de 2012

DEBO CONFESARLO...





La soledad silenciosa de la luz, fuera de la cual no hay nada,

yo la veo.

La luz que define tu rostro, que determina el límite de lo posible,

marcando el vacío más allá del páramo de la memoria,

tantas veces muerta

y tantas veces resucitada.

Y sin embargo, a veces, vivo entre sombras

en una tierra de espinas, hirsuta

enmarañada de gritos feroces que se empeñan en licuar la densidad lumínica,

envuelto en una intimidad loca.

Otras

permanezco estable, errando de un lugar a otro.

Debo confesarlo:

la soledad silenciosa de la luz, yo la veo,

la veo y me conmuevo con un placer inmenso.

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