viernes, 15 de junio de 2012

LADRILLO METAFÍSICO - II





OJO: si antes no se ha leído el Ladrillo – 1, pues esto… en fin! Allá cada cualo…)


Unas cuantas jarras después…

- O tampoco es eso, no?

- Entonces?

- O tampoco es eso. O sea colega, el despertar de la conciencia no es en ningún caso como la salida del Sol; si acaso, se parece al laborioso encendido de una vela –de las tropecientas velas de una tarta de cumpleaños, al menos de la mía-. Al Sol nadie le toca; pero un simple soplido basta para apagar la luz de una vela - también de las tropecientas, bueno, vale, un soplido laaargo-, y todo lo que está en derredor vuelve a hundirse en la noche. Tu yo, mi yo, su yo… no son más que luces temblorosas de una vela. Al menos mientras tú sólo te mires a ti mismo. Pero, es que, mirándote a ti, no te ves ¡no te ves, colega! ¡no te ves! Ahí está todito todo el misterio de la autoconciencia -¡clama alguien en el desierto!-

- Comoooor!? Qué dices del cumpleaños o de la vela!? … o son las cinco jarras o no te pillo…

- Las cinco jarras, seguro! ¿no eran siete? Bueno, va… Veamos… O sea, que yo ¿me veo alguna vez a mí mismo en este espacio-tiempo que Dios nos ha dado? Veo las paredes, las mesas, incluso al camarero todavía; veo mi mano,, mi cuerpo serrano, pero nunca ¡nunca! a mí mismo. La conciencia en la que aflora mi yo frente a las cosas, nunca es una verdadera conciencia de mí mismo. Para verme a mí mismo, necesito al menos un trozo de espejo roto y la luz de una vela; necesito algo, sobre lo cual rebote y vuelva a mí la imagen que emito hacia el exterior. Pero incluso con ese pedacito de espejo, sólo percibiría el yo de mi cuerpo; en un pedazo de cristal muerto nunca podría procurarme la conciencia de quién soy yo mismo, en tanto que un ser consciente, libre y personal para mí mismo y para los demás. Y es que en este mundo no hay más que un único espejo en el que yo pueda reconocerme a mí mismo, y ese espejo son los otros, es el mundo mismo que me refleja y es que necesito de muchos para existir, ser unos cuantos –mejor, mogollón- para que mi conciencia sea conciencia de mí mismo…

- Pero tú eres un listillo, no? Me has metido de macuto al Castor, al Sartre ese, pasando de puntillas, sin hacer ruido alguno sobre el Manolo, el Kant… puf! Colega que mareo…!

- Pos… si! Creo que las divinas Musas se han ido a ver la tele y me han dejado, nos han dejado un poco solateras… ¡en fin! Que vamos a ver si podemos rematar nosotros solitos, sin ellas –en el fondo, te confieso, a veces me aburren con su “iluminación” y eso-… recuerda, entonces, que a partir de ahora “lo que quiero decir es mío, me pertenece por ser este individuo particular; pero si el lenguaje sólo expresa lo general, no puedo decir lo que yo sólo quiero decir” -¡he dicho!-. ¿Para qué queremos dar forma a Todo otra vez? ¿Por qué no somos capaces de asumir que no hay Fundamento y que esta ausencia de fundamento es la otra cara del gozo de vivir, eh? No hace falta irnos al “todo vale”, fascistoide por más que se diga, no?... o relativismo mentecato, tanto da; tampoco hace falta buscar un nuevo misticismo… que no, que se trata de llevar a la propia razón hasta el límite para que emerja el absurdo, mejor dicho, la absoluta inocencia y el enigma de su propia posibilidad. El no fundamento, el no lugar, no es ausencia de lenguaje ni de razón, sino precisamente el centro mismo del lenguaje y de la razón porque es ahí, en ese no lugar formal donde damos cuenta racionalmente de la alegría de vivir y la compartimos mediante el minúsculo cuerpo de las palabras…

- Pero, entonces? ¿qué me quieres decir? … Camarero! Otras dos!

- Pues te quiero decir, mon amour, que si lo vemos así, la conciencia se nos aparece como una “oscilación” ¿no te parece? Como una distancia valorativa que nos permite actuar de forma novedosa y sorprendente, pero sin dejar de asumir aquello que efectivamente hacemos o nos pasa… al fin y al cabo, lo que ennoblece la aventura de estar aquí y ahora es que, aún admitiendo el papel determinante de los hechos –incluida la propia muerte ¡toma ya!-éstos nunca, ¡nunca jamás! Tendrán más peso que el sentido que les demos…

- ¡Si señor! ¡Brindo por eso!.... Camarero! Otras dos!!! –esta la paga la conciencia, eh!-

- O acaso tampoco sea eso…..

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